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jueves, 23 de abril de 2015

                           La Indomable
La noche pasa por el mundo siendo indomable. Despliega sus estrellas con el mismo orgullo y alarde cual un pavo real abre sus plumas.
Estas aves luminosas migran desde la obscuridad hacia la obscuridad. Y desfilan en su formación estricta al compás del silencio persiguiendo a su madre el sol, que nunca logran alcanzar.
Estas aves blancas al moverse dejan caer sus plumas de luz lenta y suavemente sobre la faz de la tierra. Que la madre al llegar a esa alfombra blanca, va recogiendo pluma por pluma para dárselas a la luna más tarde.
Por eso ella, la luna, varia su tamaño; es según las plumas junta el sol.
Las estrellas fugases son aves adultas y maduras que no dependen de su madre, se mueven independientemente navegando la laguna negra de la noche. Cuando aparecen es cuando salen a flote y cuando se esfuman dejando un hilo de plumas blancas se sumergen en el fondo.
La mirada fija, seria y serena de la luna hacia la tierra le exije a esta última que por fin se quede quieta después de tanta hiperactividad.
El día y la noche son como un carruaje y sus caballos donde el día son los caballos que provocan ruidos y movimientos que despiertan la curiosidad de los sentidos. Y la noche es el carruaje inactivo, pasivo, que no hace ruidos, solo avanza siendo tirada por las riendas del día que es lo que pasa por el mundo primero.
El día transpira un barniz tan fuerte y potente que hace resplandecer hasta los colores más opacos cuando llega a estos.
La luz son manos de un artesano que moldean a las sombras dotándolas de forma e imprimiéndoles colores desde el amanecer hasta el mediodía cuando las sombras ya están maduras y ya son objetos.

                                                                                              Autor: Fabricio Motta

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